La metáfora del iceberg permite visualizar de forma clara la estructura jerárquica y funcional de la gestión digital: una base robusta de almacenamiento, una capa visible de difusión y un entorno de preservación que garantiza la continuidad y el acceso permanente a la información. Esta visión integral es esencial para desarrollar políticas y prácticas que respondan a los desafíos contemporáneos en la era digital.
El almacenamiento digital: En esta analogía, la vasta porción sumergida representa los sistemas de almacenamiento—discos duros, servidores y demás infraestructuras—que constituyen la base física y lógica en la que se guardan los datos. Esta capa, aunque fundamental, permanece oculta a la mayoría de los usuarios y es responsable de la integridad y disponibilidad de la información.
La difusion digital: Por otra parte, la pequeña parte que emerge sobre la superficie simboliza la difusión digital. En este nivel, se seleccionan y difunden documentos digitales a través de repositorios y otros sistemas de distribución, permitiendo el acceso y aprovechamiento del conocimiento por parte de la comunidad académica y el público en general.
La preservación digital: Finalmente, el medio acuático circundante representa la preservación digital, disciplina encargada de regular el entorno en el que se encuentran tanto el almacenamiento como la difusión. Al igual que el agua que mantiene la estabilidad del iceberg, la preservación digital integra políticas, estrategias y acciones—como la migración, emulación y analogización—que aseguran que los objetos digitales se mantengan íntegros, disponibles y actualizados a lo largo del tiempo. Esta labor implica la supervisión constante por parte de expertos, la implementación de tecnologías adecuadas y el establecimiento de normativas que definan las responsabilidades de las instituciones involucradas.
